miércoles, 27 de agosto de 2008

JUEGOS EN PEKIN


IGNACIO RAMONET,director de Le monde diplomatique

Le monde diplomatique, Agosto 2008. Numero 154

Con el lema "Un mundo, un sueño", los Juegos Olímpicos de Pekín deberían ofrecer a los dirigentes chinos, del 8 al 24 de agosto, la ocasión de una rehabilitación internacional después de la condena mundial de la que fueron objeto tras la matanza de la plaza Tiananmen en 1989. Por eso el éxito de las Olimpiadas es tan primordial para ellos y, por eso, el primer ministro Wen Jiabao insiste en las consignas de "armonía" y de "estabilidad". Ello explica también la brutalidad de la represión contra la revuelta del Tíbet en marzo pasado. Así como el furor de las autoridades contra las manifestaciones que perturbaron, en algunos países, el paso de la antorcha olímpica. O la rapidez en enviar auxilio a los damnificados del terremoto de Sichuan del 12 de mayo. Nada debe perturbar la consagración mundial de China en este año olímpico.


Asimismo, estos Juegos celebran los treinta años del inicio de las reformas impulsadas en 1978 por Deng Xiaoping que han permitido el milagro económico y el excepcional renacimiento de China. Cierto es que sus triunfos impresionan. Su PIB duplica cada ocho años y, en 2008, debería rebasar el 11%. Con una población de 1.350 millones de habitantes -igual a la suma de la de las Américas (900 millones) más la de Europa (450 millones)-, este país es ya la tercera economía del planeta. Ha aventajado a Alemania, sobrepasará en 2015 a Japón y debería superar a Estados Unidos en 2050. Se ha convertido en el primer exportador mundial y en el principal consumidor del planeta.

Pero ese "milagro" presenta varios lados ocultos. En primer lugar, las graves violaciones en materia de derechos humanos que contradicen los valores del olimpismo. China, por ejemplo, lleva a cabo más de 7.000 ejecuciones capitales al año, o sea el 80% de todas las penas de muerte aplicadas en el mundo. Además, la estabildad de este coloso se ve amenazada por otros peligros: un previsible desplome bursátil, una inflación desmedida, un desastre ecológico y motines sociales que se están multiplicando.

El propio vicepresidente de la Asamblea popular, Cheng Siwei ha alertado: "Se está formando una burbuja especulativa. Los inversores deberían preocuparse por los riesgos" (1). Y Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, acaba de afirmar que los mercados bursátiles chinos están "sobrevalorados" y han alcanzado niveles "insostenibles". El índice de la Bolsa de Shanghai se ha multiplicado por cinco desde 2006, y su crecimiento desde principios de 2008 es del 106%. Cuando una Bolsa alcanza semejantes picos, su hundimiento pocas veces está lejos.

Por el momento, el número de ricos no cesa de aumentar. China ya posee unos 250.000 millonarios en dólares. Pero las políticas liberales del sistema también han aumentado las desigualdades entre ricos y pobres, entre ganadores y perdedores. Unos 700 millones de chinos -47% de la población- viven con menos de dos euros diarios, y, de ellos, unos 300 millones con menos de un euro diario.

Porque el "milagro" está basado en la represión y la explotación de una inmensa hueste de trabajadores (los que fabrican para el mundo entero toda clase de bienes de consumo baratos). A veces trabajan entre sesenta o setenta horas semanales por sueldos inferiores al salario mínimo. Más de 15.000 obreros mueren cada año en accidentes laborales. Los conflictos sociales están aumentando anualmente un 30%: huelgas salvajes, revueltas de pequeños campesinos, además de escándalos de los niños esclavos.

El actual contexto es propicio al descontento. Pues en China, como en muchos países, el incremento de los precios de los alimentos y de la energía (el 19 de junio pasado, el Gobierno aumentó el precio de los carburantes un 18%) se traduce en una subida de la inflación -que ya alcanzaba el 7,7% en mayo- y una consiguiente degradación del nivel de vida. Las autoridades temen la amenaza de una inflación desestabilizadora que podría provocar manifestaciones de masas semejantes a las que fueron aplastadas por el ejército en la plaza Tiananmen en junio de 1989.

A todo ello se añade el peligro de una catástrofe ecológica que cada día preocupa más a los ciudadanos. El propio ministro del Medio Ambiente, Pan Yue, ha admitido la enormidad del desastre: "Cinco de las ciudades más contaminadas del planeta se hallan en China; las lluvias ácidas caen sobre un tercio de nuestro territorio; la mitad de las aguas de nuestros siete principales ríos son inutilizables; un tercio de nuestra población respira un aire muy contaminado. En Pekín, entre el 70 y el 80% de los cánceres tienen por causa el medio ambiente degradado" (2).

Todos los descontentos de China van a querer aprovechar la gran cita de las Olimpiadas y la presencia de unos 30.000 periodistas extranjeros para expresar sus iras. Las autoridades se hallan en estado de máxima alerta. Sueñan con poder desactivar a tiempo el gigantesco barril de pólvora social a punto de estallar. Para que los Juegos de Pekín no le prendan fuego a toda China.



Notas:
(1) Financial Times , Londres, 30 de enero de 2007.
(2) Der Spiegel , Hamburgo, abril de 2005.

CHINA Y LAS OLIMPIADAS: LA OTRA CARA DE LAS MEDALLAS


China y las Olimpiadas: la otra cara de las medallas (extracto)

Presentado el libro del padre Bernardo Cervellera sobre Pekín 2008.

MILAN, 3 de mayo de 2008 (ZENIT.org)


"Quizás ninguna Olimpiada haya suscitado tantas esperanzas, desilusiones y enfrentamientos como Pekín 2008", afirmó el padre Bernardo Cervellera, director de la agencia informativa AsiaNews, durante la presentación en Italia de su libro "La otra cara de las medallas. China y las Olimpiadas".

Sacerdote del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras (PIME), misionero y periodista durante años en China, narra en su libro los enormes costes que la celebración de las Olimpiadas de este año están suponiendo para la población.

El autor explicó durante la presentación en Milán, cómo muchos habitantes de Pekín han visto demolidas sus casas para hacer sitio a estructuras deportivas, hoteles, edificios y carreteras."Las insignificantes compensaciones recibidas no permiten a los afectados comprarse una casa siquiera a 10 kilómetros del centro", constató.

Según Cervellera, los cambios urbanísticos a los que se ha sometido la capital y las ciudades implicadas en la celebración de los Juegos "están fuera de cualquier imaginación: se han destruido barrios históricos. Se han levantado altísimos y larguísimos muros blancos para esconder los barrios chinos aún no agredidos por la especulación, donde la pobreza y el abandono son evidentes".

"El Gobierno y el partido comunista chino consideran las Olimpiadas como una ocasión irrepetible para mostrar sus éxitos y para dar a conocer al mundo la nueva China emergente surgida, según su visión, de la pobreza, de la necesidad y protagonista de la historia, que se ha convertido en la cuarta potencia económica del mundo, glorificada por los Juegos".

El padre Cervellera afirma que los verdaderos héroes de las Olimpiadas son "los millones de inmigrantes campesinos pobres que huyen de los campos, en una situación de degradación, hambre y pobreza, para buscar fortuna en las grandes ciudades y en las aglomeraciones industriales de la costa".

Con obras urbanas que trabajan las 24 horas del día, han construido con inusual rapidez rascacielos, estructuras deportivas y carreteras, pero estos campesinos convertidos en obreros reciben sueldos irrisorios, explotados y a menudo ni siquiera pagados, sin asistencia sanitaria, alojados en barracas ruinosas.

Cada vez es más evidente el desequilibrio social: frente a 200 millones de ricos cada vez más ricos se oponen a 350 millones de pobres cada vez más pobres.

Los órganos oficiales del Partido Comunista Chino refieren más de 200 revueltas al día debido a la clara separación de estas clases sociales, a la vez que a la corrupción de políticos y funcionarios unida a la expropiación en los campos.

"A los nuevos ricos no les interesa nada de las clases sociales débiles -explica Cervellera-. La cultura, derivada del confucianismo en primer lugar, y luego del marxismo y del capitalismo, han producido una aridez espiritual en la sociedad china, en la que el individuo no cuenta".

"El valor lo establece el papel que uno tiene, la persona no tiene relevancia; lo importante es la pertenencia o la protección del clan o del Partido, y el Estado con su estructura vertical ante la que hay que responder siempre y en cualquier caso".

En el debate posterior, el padre Cervellera refirió el papel de la Iglesia, y de los católicos y protestantes chinos.

Todas las religiones han sido sometidas a un rígido control estatal. Recientemente se prohibió a muchas diócesis la participación en la peregrinación al santuario de la Virgen de Sheshan, situado en los alrededores de Shanghai.

Durante las olimpiadas las prohibiciones y el control de la policía serán todavía más fuertes.

El Padre Cervellera afirma que "las libertades y los derechos humanos no se respetan casi nada en China", y ha contado que, de cara a las Olimpiadas, se ha distribuido a la prensa local un decálogo de temas que no deben ser tratadas en absoluto; y tampoco se abrirá todo el país a periodistas extranjeros y turistas.

El director de AsiaNews denuncia que "quien intenta oponerse a las expropiaciones defendiendo a los campesinos o a las personas menos pudientes, apoyando las causas legales para obtener compensaciones justas, o quien se opone a los abortos forzados, o quien defiende a los obreros explotados, es arrestado y castigado con años de prisión", como "sucede con algunos obispos católicos".

Además, añade, "la injusta ley del hijo único niega el derecho a la vida a millones de niños", mientras que a las parejas que han perdido a sus hijos en la región de Sichuan, gravemente afectada por el terremoto, el Gobierno les ha dado permiso especial para tener otro hijo.


Autor: Antonio Gaspari- Fecha: 2008-08-25

viernes, 22 de agosto de 2008

LA CONSTITUCIÓN OLVIDADA

SANTIAGO MUÑOZ MACHADO

EL PAÍS - Opinión - 21-08-2008

Ha pasado el mes de julio sin el menor recuerdo público a que hace 200 años se promulgó la Constitución de Bayona. Parece generalizada la opinión de que tal aniversario no merece celebraciones de ninguna clase. A la postre, como siempre se ha dicho, aquélla fue una Constitución afrancesada o, más exactamente, impuesta desde el extranjero, efímera y no influyente en el constitucionalismo sucesivo. Las exposiciones y festejos organizados para recordar los episodios nacionales de 1808 o se han olvidado de la Constitución promulgada el 6 de julio de aquel año, o se limitan a mencionarla como una anécdota sin mérito ni trascendencia. Las celebraciones se han concentrado en ensalzar el patriotismo de los españoles, sobre todo de los madrileños, al levantarse contra los franceses. Las reformas que Napoleón o José I intentaron aplicar a las petrificadas e ineficientes instituciones del Antiguo Régimen, apenas si han merecido una mínima consideración. A nadie inquieta inventar la idea de que, en verdad, Bayona nunca existió.

Reflexiono sobre ello en Harvard, donde paso las últimas semanas del curso, y envidio, al pensar sobre nuestra historia constitucional, el trato intelectual que han dado los norteamericanos a la suya. Es abrumadora la bibliografía que puede consultarse en la Widener o en la biblioteca de la Law School, pero también la que está hoy mismo puesta a la venta en The Coop, a diez pasos del Yard universitario. Podrá decirse que ellos son muchos más que nosotros y que, además, nunca hicieron nada más que una Constitución, pero tampoco es menos cierto que hasta que el profesor Artola ha decidido editar, en una colección de nueve volúmenes (Iustel, Madrid, 2008), la historia de nuestras propias Constituciones, no teníamos ninguna manera fácil de consultar los documentos parlamentarios, conocer las crónicas periodísticas, estudiar los debates y las tensiones políticas y sociales que cada uno de nuestros textos constitucionales produjo en su época. Empieza por Bayona, por cierto, dicha colección.

Reconocer su posición en la historia a la Constitución de Bayona no implica desplazar la Constitución de 1812, a la que siempre corresponderá el mérito de haber sido la primera norma suprema elaborada en España por los representantes del pueblo soberano. De modo que puede seguir adelante el afinado de las fanfarrias que van a usarse dentro de pocos años para recordarlo. Pero quitemos, al tiempo, a la de 1808 los estigmas y la parte injusta de su mala fama, y subrayemos que tuvo algunos efectos sobre el constitucionalismo ulterior. Señalaré tres que me parecen destacables.El primero de ellos es que movilizó el sentimiento constitucionalista, la apetencia y la necesidad de contar con un texto constitucional, como ya se había establecido en Francia y Estados Unidos. Desde que Napoleón tomó las riendas del Gobierno de España, expresó su deseo de introducir reformas administrativas para modernizar las instituciones. Pero, como revela su correspondencia con Murat, no tenía intención de promulgar una Constitución. Su formulación tuvo mucho que ver con el empeño de algunos ilustrados reformistas que apoyaban la renovación institucional que podía ejecutarse de la mano de los franceses. En la España de 1808 hubo quienes entendieron que la mejor forma de ser patriota era defender las reformas institucionales que el país tanto necesitaba. De modo que en el bando de los afrancesados, por esta razón, pueden encontrarse patriotas tan respetables y convencidos como los que militaron en el campo de los rebeldes. También, naturalmente, hubo entre ellos traidores sin paliativos, entregados a su propia conveniencia personal y a la del invasor. Pero no es posible extender esta descalificación a todos. La Constitución que Napoleón aceptó finalmente redactar para España no habría de ser objeto de elaboración unilateral por el Corso, como las Cartas otorgadas de Holanda, Nápoles y Westfalia, sino hecha con la participación de los españoles. A este respecto, el 19 de mayo de 1808 se convocó una Asamblea en Bayona. La componían 150 vocales designados por estamentos e instituciones tradicionales. El 15 de junio se constituyó en Bayona esta Asamblea de Notables. Contribuyó a la fijación del texto final, revisando las propuestas napoleónicas, por más que haya que dar la razón a Argüelles cuando subrayó que aquellos compromisarios no tenían poder para modificar nada sustancial y que las reformas de la versión inicial propuesta por Napoleón no podían "compensar la pérdida de la independencia nacional, que era el precio al que se las vendía aquel usurpador".

La agitación política y social que generó el proceso de elección de los notables, la participación en la Asamblea o la oposición a hacerlo, las críticas y los debates, ayudaron a despertar en España el espíritu constituyente que se alargaría hasta Cádiz.

La segunda aportación de Bayona está íntimamente ligada a la anterior y consistió, justamente, en la generación de un movimiento constitucional alternativo. Frente a una Constitución afrancesada e impuesta por Napoleón, los patriotas españoles, en guerra con los franceses, pensaron en la Constitución propiamente española, elaborada a partir de la decisión soberana del pueblo. El proceso constituyente gaditano empezó siendo, en un país en guerra, el germen de la contra-Constitución, la elaboración de una norma nacional hecha al margen de toda imposición extranjera. De la situación de guerra con los franceses no tenía por qué florecer Constitución alguna, y Fernando, el monarca legítimo, a quien defendían los patriotas con su sangre, vergonzosamente sometido al Emperador y fiel al absolutismo de estricta observancia, tampoco tenía la intención de impulsar ningún proceso constituyente.

La tercera experiencia que estimuló Bayona fue la idea de Constitución histórica. La norma suprema, según esta concepción, tiene la misión de pulir y reformar el Estado, organizar el poder y garantizar los derechos de los individuos, pero sobre la base de las instituciones históricas porque, según creían los mayores intelectuales y políticos de la época, con Jovellanos a la cabeza, la mejor Constitución posible es la que recuperara las tradiciones españolas, difuminadas por el ejercicio abusivo del poder monárquico y los privilegios estamentales.

La idea de Constitución histórica estuvo presente en la Asamblea de Bayona. Una de las pretensiones constantes de sus más destacados miembros fue la de que el texto napoleónico se atuviera a la tradición española y respaldara sus instituciones históricas. Esta apelación a la Constitución histórica sería luego muy usada en los debates de la Constitución de Cádiz y quedó reflejada con magnífico lenguaje en su Discurso Preliminar. "Nada ofrece la Constitución en proyecto que no se halle consignado del modo más auténtico y solemne en los diferentes cuerpos de la legislación española...".

Poco más puede decirse de la Constitución de Bayona. Pero basta con que le sea reconocida la influencia a que aludo. Ni siquiera llegó a ponerse en vigor por completo. Pero así de débil y deficiente fue la primera Constitución para España. No puede negarse su naturaleza constitucional por su debilitada eficacia; muchos de los textos constitucionales del siglo XIX incurrieron en el mismo problema. Tampoco puede excluirse de la Historia por su naturaleza de Carta otorgada. A ningún historiador o constitucionalista francés se le ha ocurrido hacerlo respecto de sus Cartas de 1814 y 1830.

Fue efímera y poco ejemplar, pero con la Constitución de Bayona empieza la historia constitucional de España.

Santiago Muñoz Machado es catedrático de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid.